Sobre el proceso creativo de “Un canario”

(o cómo hacer aparecer un fantasma)

Por Miguel Israilevich

 

¿Cómo poner en palabras el proceso creativo de “Un canario” sin que su espectro se desvanezca? Porque esta obra, desde el momento en que llegó a mis manos (y aún hasta hoy) se manifiesta desde lo esotérico. Cuando leí el material, sólo podía imaginarlo en la voz y el cuerpo de Alejandro Ojeda. El texto de Luis Cano se muestra como el fluir del inconsciente de Teresa, un ama de casa de edad avanzada. Pero la particularidad del material es que el portavoz de este discurso es “El nene”, su hijo. ¿Cómo hacer para que esto fuese posible desde la escena? ¿El texto sugería que un actor hiciera de señora? No. Ahora resulta clara la resupuesta, pero cuando empezamos a ingresar al material, durante los primeros ensayos no sabíamos cómo hacer para que el enigma que planteaba el texto se hiciera posible en términos escénicos.

 

Así, como si me lo hubiese dictado una voz, supe que la acción dramática debía avanzar a través del vínculo entre el actor y los objetos. Los objetos serían sus interlocutores, sus compañeros de escena, Teresa aparecería a través de ellos. Luego, los objetos mismos fueron cobrando vida propia y pedían ser restituidos a su orden natural, al orden que Teresa les diera en un tiempo pasado. ¿Cómo se explica esto? No sé, simplemente sucedió de esa manera. Aquél mueble en desuso, ese adorno ya descartado, pedía volver a su esplendor. Pero El nene se oponía a esta resurrección y luchaba contra la voluntad de su madre por rearmar la casa. De ahí surge la posibilidad de jugar al cine noir, evocar a Norman Bates haciendo ingresar una estética extranjera en un texto de apariencia costumbrista. De pronto, nos encontramos con que la dinámica tan utilizada en muchas propuestas teatrales, aquí parecía invertirse: no se trata de un entorno familiar donde algo se torna siniestro, sino que dentro de lo siniestro de pronto aparece el hogar.

 

Mirando hacia atrás, podría decir que el proceso de creación de “Un canario” implicó encontrar el modo de hacer aparecer un fantasma, darle vida a algo que no existe, poner la materia al servicio de aquello que sucede pero es imposible nombrar, dejarse poseer por la evocación convirtiendo lo evocado en acción presente. Pero, ¿no es eso de lo que se trata el teatro? Quizás por eso “Un canario” se torna metateatral, el actor presta el cuerpo a un personaje que a su vez presta el cuerpo a otro. La interpetación se duplica pidiendo al actor que “sea” dos seres diferentes en tiempos simultáneos. Dos líneas de acción se superponen, el verbo y el cuerpo. Esta no es tarea sencilla para un actor, pero el hallazgo tuvo que ver, sin duda, con evitar ir por fuerza al encuentro de una fórmula que permitiera esta simultaneidad y, por el contrario, dejarse atravesar por los fantasmas de la escena. Del mismo modo surgió la dramaturgia de los objetos y la transformación del espacio, los obejtos son movidos por los espectros hasta estacionarse en los lugares que naturalmente les pertenecen.

 

Todo esto sucede frente a los ojos del espectador. La maquinaria teatral se muestra permanentemente, pero aún así sigue apareciendo el fantasma. Sin efectos especiales, sin engaños, Teresa se deja ver a través de cada acción, cada adorno, cada frase evocada. Aquí no importa el virtuosismo de los procedimientos teatrales, son sólo los estrictamente necesarios para que estos espíritus puedan tomar cuerpo una vez más.

 

No creo que el proceso creativo de esta obra pueda ser tenido en cuenta como referencia, de hecho se opone a otras ideas y criterios que tengo acerca del teatro. Pero sin más me entrego a su lógica ya que no soy dueño del monstruo que ha sido creado. Como decía, esta obra tiene vida propia. Más que vida propia, tiene su propio fantasma, porque no hay algo que nace, sino que resucita cada vez que se pone en movimiento. Teresa siempre vuelve para hacer travesuras durante las funciones: abre las ventanas, golpea la puerta, infla las cortinas en una habitación cerrada, cambia los objetos de lugar…

 

Por eso, en lugar de enfocarme en los aspectos técnicos, prefiero hablar del proceso creativo de “Un canario” como el testimonio de cómo fuimos siendo poseídos por los espíritus de Teresa y El nene.