Santiago Loza: “Me interesa la fuerza de los lastimados”

Entrevista por Demian Orosz
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santiago2El director de cine y dramaturgo publica su primer libro, Yo te vi caer. Lo presenta este jueves en Córdoba.

Entrevista de Demian Orosz

Una ficción astillada, un repertorio de voces, un circuito donde se activan los relámpagos de memoria. El dramaturgo y director de cine Santiago Loza acaba de publicar Yo te vi caer (Ediciones DocumentA/Escénicas), su primer libro, compuesto por dos textos que llevan el mismo título: una novela y un poema dramático escritos con 10 años de diferencia.

En el origen de todo hay un amago de película. Loza quería filmar una historia con alguna perspectiva autobiográfica que recogiera momentos de una educación religiosa en la década de 1970, en una Córdoba achatada, oscura. Una suerte de Amarcord tercermundista, describe el realizador que nunca le encontró la vuelta a la trama ni a los personajes.

Pero la historia volvió en forma de fragmentos, de episodios bocetados sin un horizonte de unidad, ganó cuerpo y quedó en estado latente en un cajón. En estado de “casi novela”. Diez años más tarde Loza trabajó un texto para un espectáculo, con puesta en escena y dirección de Maricel Álvarez y coreografía de Diana Szeinblum, que se estrenó en 2013. El dramaturgo lo llama una “casi obra de teatro”. Yo te vi caer es el libro que hace dialogar ambos textos, ambos mundos.

Yo te vi caer se presentará el jueves 6 de octubre a las 19.30 en la sala de DocumentA (Lima 364), con una lectura performática a cargo del autor y la actriz Eva Bianco. Se referirán al libro Eugenia Almeida, Gonzalo Marull y Gabriela Halac.

–Podés identificar de qué manera arranca un texto? ¿Con una imagen, con una emoción? ¿Hay un “tema” que decidís trabajar?

–La mayoría de las veces no puedo precisar cuándo emerge un texto. Uso esa palabra porque creo que, cuando el texto aparece, sale a la luz o como se quiera decir, ya estaba. Creo que no me siento a escribir hasta sentir que medité bastante un texto. No soy original en esto, creo en una escritura previa. Como si el acto de escribir fuera sólo la consecuencia. Escribo cuando ya no puedo más. Casi como una descarga. Pero la escritura ya sucedió antes. Informe, tal vez un estado que no se puede definir, una imagen difusa que necesito ver con mayor claridad, una frase, una confusión enorme, un profundo desconsuelo en muchos casos. Y también escribo por el placer y la necesidad que tengo del relato, de construir ficción. Escribo la mayoría de las veces inmerso en la duda, en el apuro, en la distracción, en un arrebato que la escritura ordena como puede…

–¿Cómo fue que “Yo te vi caer” se hizo una “casi” novela cuando iba a ser película, y después un “casi” texto dramático?

–Tenía la imagen, hace años, de niños formando fila en el patio de una gran escuela. En los años setenta. Un patio de baldosas, como un damero, cada niño estaba separado por una baldosa blanca, eran figuras, piezas de un juego inmenso y misterioso. Intenté varias veces hacer una película semi-biográfica sobre haber crecido en los setenta con una educación religiosa estricta, en una clase media con grandes aspiraciones; en Córdoba, un lugar que me despierta contradicciones. Una suerte de Amarcord del tercer mundo, con menos gracia, opaca, triste. Lo intenté varias veces, pero nunca aparecía una trama ni un personaje definido. Mis intentos con la narrativa habían naufragado cuando comencé a hacer cine. Probé inútilmente con algún taller literario, pero nunca tuve paciencia ni me sentí cómodo. Luego de un proyecto de cine que fue particularmente conflictivo, en un gran paréntesis entre una película y otra y dudando si volvería a filmar, intenté volver a bocetar ese proyecto que anhelaba. Y la forma natural era esa, borradores, voces dispersas. Fragmentos. Me parecía que la forma era esa, destartalada, rota. No intentar producir un único relato. Ese texto quedó ahí, guardado, cada tanto se lo mostraba a alguien o terminaba siendo el germen para alguna obra o película. Cada tanto alguien lo leía y me decía que debía publicarlo. Pero no encontraba la forma de hacerlo. Sentía además que el texto mismo tal vez no había encontrado su forma. Entonces quedó así, en “casi una novela”. Muchos años después, diez o algo más, donde pasó de todo, como le pasa a todo el mundo en una década, comencé a trabajar en una performance con una coreógrafa y una directora. A partir de un texto extraño que había generado sobre caídas, sobre las maneras que tenemos de caer. En el proceso les comenté que había un texto previo, que, creo, nunca les mostré. Que no era teatral, sino más bien narrativo, pero que, para mí, funcionaba como una memoria de este presente. Y que se llamaba Yo te vi caer. Y que, ya que lo tendría guardado para siempre, me parecía propicio que un texto le prestase a otro su título (siempre es complejo titular). Entonces esa obra/performática se llamó así. Y en ese momento me pidieron estar en escena leyendo algunos textos. Y el material funcionaba como una suerte de guion para la escena. Y como todo guion, tenía esa condición efímera. La de quedar tirado, inútil, cuando terminaba la función. Ese texto no era el de una obra que se pudiera volver a representar. Estaba vinculado a esa experiencia. Y entonces quedaron esos dos textos, una “casi novela” y una “casi obra de teatro”. Ligados de manera oculta. Cuando le comenté a Gabriela Halac que estaban esos materiales, ella se los leyó y propuso ese diálogo. El de lo trunco, el de dos formas o intentos de nombrar lo mismo. Materiales de un proceso que suele mantenerse oculto.

¿Queda la chance de que en algún momento sea un filme?

–No sé si algún día volverá la voluntad de hacer una película ligada a estas zonas. Creo que la publicación, al menos en mí, cierra o abre algo. Concluye y al mismo tiempo comienza.

–Contás, en el texto que media entre la novela y el poema dramático, que soñabas con ser escritor. ¿Creés que eso define algo en tus películas y en tus obras de teatro?

–Puede que ese sueño haya hecho que los guiones que escribí tuviesen un cuidado inútil por la palabra. Tal vez haya ciertas marcas literarias en algunas de las películas. El caso evidente es Rosa patria, donde trabajé sobre la figura de un escritor, Néstor Perlongher. Cuando comencé a escribir teatro, tampoco creía ser escritor. Pero podía dar espacio al trabajo en el lenguaje… por decirlo de alguna manera. Comencé a creer que ese texto podía ser llevado a escena pero también tener cierto valor en sí mismo. Que, al ser leído, pueda tener una experiencia autónoma a la escena. Como sea, me costó y me cuesta definirme como escritor. También como director de cine, pero, cuando alguien me pregunta mi actividad, me resulta inevitable pensar que soy alguien que escribe casi cotidianamente. Al que muchas veces le pagan por ese trabajo.

–Decís de manera muy rotunda que la niñez está relacionada con la caída. ¿Podrías explicar esta idea?

–Es una idea muy simple. Los niños se viven cayendo, golpeando, parte del aprendizaje del caminar está compuesto por las caídas. Me viene a la memoria la película La piel dura, de Truffaut, hay una escena memorable donde un niño de pocos años cae de un edificio de varios pisos y Truffaut filma descaradamente un muñeco cayendo. Corta al jardín y el niño se pone de pie y sonríe como si nada. Como su título lo dice, los niños tienen la piel dura, pueden con el dolor y el golpe. Tal vez con los años la resistencia es menor. En un principio, el texto “teatral” era una serie de historias de niños que caían en pozos. Me conmueve ese suceso, las historias de los accidentes de caídas de niños, sus rescates, la resistencia en la oscuridad. Como sea, de esa idea solo quedó una voz más abstracta. El sentir del niño caído.

–“Yo te vi caer” logra poner en escena ciertos imaginarios muy concretos, asociados a la clase social y al sexo, por ejemplo, muy bien captados en maneras de hablar y expresiones que son en sí mismas un retrato de esas “voces”. ¿Se trata de algo que está latente en vos? ¿Es parte de tus recuerdos? ¿Hacés algún trabajo de rememoración?

–Siempre me resultó más natural escuchar que hablar. No filtrar lo que uno escucha, notar las particularidades del que habla. Por otro lado, descreo que un personaje tenga una psicología, un pasado, un futuro. Creo que su presencia solo existe en relación al relato. Y muchas veces los puedo contar a través de voces. A los personajes las llamo voces, en la mayoría de los casos. Dar con esa voz es la búsqueda y seguirla. Cada voz tiene su pulso, su color. No son mi alter ego, en lo social puedo estar totalmente en desacuerdo, pero, cuando escribo, si estoy con un personaje debo fundirme o confundirme con él. Debo entender esa voz, esa pulsión. Yo te vi caer está contada por murmullos, por las zonas ligadas al chisme, al rumor. Creo que el chisme es un relato mutante. Me interesa cómo se construye y crece. Esas voces marginales hablan lo que no suele hablarse en el centro. Lo sexual, el prejuicio social, la mala fe ideológica, se expanden en esas voces paralelas a las voces oficiales o consagradas. Crean mitos, fundan creencias paganas. No sé si me puedo explicar…

–“Yo te vi caer”, la novela, no tiene personajes, estrictamente hablando, aunque se definen bien determinadas psicologías, costumbres, formas de ver la vida. ¿Esa ausencia de personajes –y también en general de narración, ahora que lo pienso– fue una decisión o un avatar de la escritura?

–Creo que ambas cosas. Como te decía, la idea de narrar una ficción neta, ortodoxa en términos de relato y personajes o trama, fracasó en esos intentos de hacer una película. Entonces necesité una forma que me liberara del fracaso. Y la forma era no prefijarla, seguir ese devenir. Entregarse a una deriva que tiene que ver con la memoria, con la intimidad. Pienso otro ejemplo cinematográfico (son los primeros que se me vienen a la cabeza); hay una película de un director que me gusta mucho, Terence Davis, El mejor de los recuerdos, donde un pueblo de los años cincuenta en Inglaterra está contado a través de imágenes inconexas y canciones populares. Es la irreverencia que adquiere la memoria, también la distorsión. Yo te vi caer parte de un sentir, pero no es un diario ni una biografía. Me causa cierto rechazo la escritura autorreferencial o catártica. Necesitaba hacer ficción, entonces hice caso al modo astillado en el que se iba presentando.

–Se podría ver en la novela una subtrama política muy asociada (espero no decir barbaridades) a una especie de estructura de sentimiento más que a convicciones o posturas ideológicas, lo que a mi entender define un gran retrato de la época y sus discusiones “puertas adentro”, en las cocinas y en los patios de barrio. Pregunta: ¿cómo lo hiciste?

–Siempre me sentí absolutamente incapacitado para entender el presente. Lo político en un sentido macro. Sobre lo que ocurrió en los setenta y sobre el presente tengo una opinión, por supuesto. Pero esa opinión no me resulta interesante para generar ficción. Hay algo en los micro mundos, en los relatos de cocinas, en el fondo de los patios, lo dicho en voz baja. Las voces de los seres más grises y rutinarios, que me resultan reveladores. Lo político está presente en el texto (me refiero a la “novela” pero también al texto teatral) pero como un peso emocional sobre lo que se dice o acontece. Sin juicios ni conclusiones. Como una especie de agobio. Las voces que cada tanto emergen son las de seres débiles, perdedores, insignificantes en apariencia. Me interesa la fuerza de los lastimados. Esa rabia, ese resentimiento (volver a sentir), me parece que se filtra en los textos pero también lo vivo a diario. Esa fuerza de los débiles avanza sin que se vea en la superficie, no se detiene, no claudica y, cada tanto, aflora y crea una forma misteriosa y desconcertante.

Santiago Loza, nació en Córdoba, Argentina. Dirigió los siguientes largometrajes: Extraño, La invención de la carne, Rosa patria, La Paz, Si estoy perdido no es grave, entre otros. Sus películas participaron de festivales nacionales e internacionales, Cannes, Locarno, Berlin, San Sebastián, Londres, recibiendo diferentes premios, Tiger Award del Festival de Rotterdam; mejor película, mejor director y premio especial del jurado en direntes ediciones del BAFICI; Premio especial de la Sección “Una Cierta Mirada” del Festival de Cannes, entre otros. Es el creador de la serie televisiva Doce Casas, ganadora del Martín Fierro mejor unitario 2014.

Como dramaturgo escribió: Nada del amor me produce envidia, La vida terrenal, He nacido para verte sonreir, Matar cansa, Pudor en animales de invierno, Todo verde, La mujer puerca, El mal de la montaña, Tu parte maldita, Almas ardientes, Esplendor, Un minuto feliz (gam chile), Todas las canciones de amor, entre otras. Sus obras han sido representadas en los circuitos alternativos, comerciales y oficiales de Buenos Aires y el resto del país. Las puestas viajaron a festivales y muestras internacionales. Fue distinguido como dramaturgo en los premios Teatro XXI, TRINIDAD GUEVARA. También fué nominado en diferentes oportunidades a los premios ACE, Teatros del Mundo, Florencio Sánchez, Konex Letras y María Guerrero

Presentación de Yo te vi caer
Presentan: Eugenia Almeida y Gonzalo Marull
Lectura performatica: Eva Bianco y Santiago Loza
Jueves 6 de octubre de 2016
Lima 364 Córdoba, Argentina

Taller Bocetos y apuntes para una obra posible
6,7 y 8 de octubre en DocumentA/Escénicas